martes, 3 de marzo de 2009

Los esfuerzos por ayudar a disminuir el consumo de alcohol suelen funcionar


Más de 1 de cada 5 varones tienen un riesgo de sufrir un trastorno de dependencia a lo largo de la vida.
Fuente: JANO.es


En los varones, el riesgo de padecer trastornos por consumo de alcohol a lo largo de la vida es superior al 20%, siendo el riesgo de abuso del 15% aproximadamente y el de dependencia del 10%. En las mujeres, el riesgo a lo largo de la vida es del 8- 10%, menos de la mitad que el de los varones. Y aunque hay una creencia generalizada de que el tratamiento no funciona, algunas estrategias son muy eficaces, pudiendo empezar la recuperación con una visita al médico. Tópicos en torno a este tema se abordan en un artículo de The Lancet escrito por el Dr. Marc Schuckit, del Sistema Sanitario de Asuntos de Veteranos de San Diego, y la Universidad de California, San Diego (EE.UU.).
Los trastornos por consumo de alcohol son frecuentes en todos los países desarrollados, siendo más prevalentes en los varones que en las mujeres, con porcentajes menores, aunque importantes, en los países en desarrollo. Aunque los porcentajes de estos trastornos son menores en los países mediterráneos (por ejemplo, Grecia, Italia e Israel), y más elevados en los países nórdicos y de la Europa del Este (por ejemplo, Rusia y Escandinavia), en casi todos los países son responsables de una gran parte de la carga asistencial.
La edad habitual en la que se empieza a beber, independientemente de la familia, es alrededor de los 15 años, no habiendo variado demasiado en décadas. Esta edad es prácticamente la misma para los que siguen bebiendo y desarrollan trastornos por consumo de alcohol que para los que no lo hacen, aunque un inicio más temprano del consumo regular se asocia con mayor probabilidad de problemas tardíos.
Cuando más se bebe

Habitualmente, el período en el que más se bebe es entre los 18 y los 22 años, y tampoco difiere mucho entre las personas con futuros trastornos por consumo de alcohol y la población general. Más del 60% de los adolescentes, incluidos los que no sufren trastornos por consumo, han experimentado un estado de embriaguez a los 18 años, y alrededor del 30% han faltado al colegio o al trabajo por beber o han conducido en estado de embriaguez. El abuso y la dependencia empiezan a menudo al principio o hacia la mitad de la década que transcurre entre los 20 y los 30 años de edad, un momento en el que la mayoría de las personas empieza a moderar su consumo a medida que aumentan sus responsabilidades.
Reducir el daño

En los trastornos por consumo, beber demasiado de forma repetida se asocia con un riesgo de sufrir episodios depresivos transitorios del 40%, siendo fumadores habituales hasta un 80% de las personas dependientes, una concurrencia que podría reflejar el consumo de una segunda droga para arreglar los efectos de la primera o la superposición de predisposiciones genéticas.
En EE.UU., el objetivo habitual del tratamiento es la abstinencia, aunque en Reino Unido y en otras partes de Europa se consideran metas más adecuadas los esfuerzos por controlar la bebida o la reducción del daño. Se han publicado algunos estudios en los que aproximadamente el 20% de las personas con dependencia del alcohol eran capaces de beber con moderación sin problemas en el año previo, aunque habitualmente esto es transitorio y otros estudios sugieren que son menos del 10% los que pasan alguna vez largos períodos bebiendo de forma no problemática.
Predisposición genética

La genética es responsable, aproximadamente, del 40-60% del riesgo de sufrir trastornos por consumo de alcohol, explicándose el resto por asociaciones entre genética y ambiente. El ambiente comprende la disponibilidad de alcohol, las actitudes hacia la bebida y la embriaguez, la presión que ejercen los compañeros, los niveles de estrés y las estrategias para afrontarlo, los modelos de bebida y los marcos legales y normativos.
El daño que puede causar el abuso y la dependencia está bien documentado, pero incluye los efectos en el sistema cardiovascular, por aumento de la presión arterial y de las concentraciones de colesterol “malo” (LDL).
Además, el cáncer es la segunda causa de muerte precoz en las personas con trastornos por consumo de alcohol, incluso tras controlar el efecto del tabaquismo. Casi el 75% de las personas con cánceres de cabeza y cuello padecen trastornos por consumo de alcohol, doblando también estos trastornos el riesgo de padecer cánceres de esófago, recto y mama. Estos resultados podrían reflejar el deterioro del sistema inmunitario inducido por el alcohol.
Intervenciones exitosas

El Dr. Schuckit recuerda: “A pesar de la creencia contraria, los esfuerzos por ayudar a los pacientes a disminuir el consumo excesivo modifican habitualmente los comportamientos, yéndoles bien tras el tratamiento a la mayoría de los pacientes con trastornos por consumo de alcohol. Aproximadamente el 50-60% de los hombres y las mujeres con dependencia del alcohol se abstienen o muestran mejorías importantes en el funcionamiento el año siguiente al tratamiento, y dichos resultados son excelentes predictores de su estado al cabo de 3-5 años”.
“La etapa de intervención inicia efectivamente el proceso de recuperación y puede llevarla a cabo el médico general. El proceso incluye la entrevista motivacional, intervenciones breves, o ambas, para ayudar a los pacientes a reconocer su problema, tomándose medidas para disminuir futuras dificultades. Las intervenciones pueden ofrecerse tanto a los pacientes que buscan ayuda como a las personas con trastornos por consumo de alcohol o con consumo excesivo que se identifican casualmente”.
Ofrecer tratamiento

“Los criterios de dependencia del alcohol son fiables, los pacientes se enfrentan a una morbilidad y mortalidad considerables, existiendo recursos para identificar a los pacientes con un consumo perjudicial o con trastornos por consumo y ofrecerles tratamiento, que comprende la entrevista motivacional para ayudar a las personas a evaluar su situación, intervenciones breves para facilitar comportamientos más saludables, terapias cognitivo- conductuales, y el consumo juicioso de fármacos para mejorar las consecuencias de estos trastornos”.
Los objetivos de la rehabilitación son los mismos que para cualquier otro trastorno crónico recidivante: ayudar a mantener una elevada motivación, cambiar la actitud hacia la recuperación y disminuir el riesgo de recaída. Las medidas cognitivo-conductuales ayudan a cambiar la idea que tienen los pacientes del alcohol y de la influencia que tiene en sus vidas (el componente cognitivo); aprenden nuevas conductas para conseguir y mantener la abstinencia y disminuir el consumo; y evita las recaídas. Además, el Dr. Schuckit menciona varios fármacos que se utilizan para la dependencia del alcohol, como la naltrexona.

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