Se trata de dispositivos electrónicos que simulan al cigarrillo convencional, no emiten humo sino que atomizan una sustancia que puede contener nicotina, -sustancia reconocida como capaz de generar una fuerte adicción-, glicol de propileno y otros productos como esencias de menta, vainilla, manzana, que se vende en formato de pequeños depósitos desechables, explican desde la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ).
En vez de fumar se le denomina «vapear» por el vapor que emite muy similar en apariencia al humo del cigarro.
La OMS desaconseja su uso, al menos, hasta que algún organismo regulador competente compruebe su efectividad, seguridad y calidad, pero más de uno se ha apuntado a la moda del cigarrillo electrónico con la esperanza de abandonar el cigarrillo convencional. Un uso que las autoridades sanitarias no refrendan. «La afirmación de los beneficios implícitos para la salud asociados son infundados o pueden basarse en informaciones inexactas o engañosas», alerta la OMS, que informa de que la mayoría contienen grandes concentraciones de glicol de propileno, un irritante cuando se inhala, y se sugiere la presencia de otros productos químicos tóxicos.
Falta de pruebas científicas
La autoridad sanitaria a nivel mundial señala que, por el momento, las pruebas científicas indican que los productos varían mucho en la cantidad de nicotina y otras sustancias químicas que suministran y, por lo tanto, «no hay manera de que los consumidores sepan cómo realmente les afecta lo que está inhalando por el producto que han comprado».
En España, los profesionales sanitarios tampoco aprueban ni recomiendan su uso ante la falta de pruebas científicas que demuestren su eficacia y su seguridad.
Desde Separ alertan de que contiene algunas sustancias idénticas a las del cigarrillo normal, por lo que se ha demostrado en algunos casos su potencial cancerígeno a largo plazo. «Debido a la ausencia de datos específicos en la actualidad, se desconocen los efectos del e-cigarrillo en este sentido, a largo plazo, pero posiblemente sean potencialmente adversos, y merecedores sin lugar a dudas, de una profunda investigación», argumenta el doctor Segismundo Solano, neumólogo y coordinador del Área de Tabaquismo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR).Algunos estudios ya han demostrado que los cigarrillos electrónicospueden causar cambios en los pulmones a corto plazo, parecidos a los producidos por los cigarrillos normales. Un análisis reciente evaluó el impacto del uso del cigarrillo electrónico en la función pulmonar, durante diez minutos, en pacientes no fumadores y fumadores sanos o con asma o enfermedad pulmonar obstructuva crónica. «Los principales resultados mostraron que el cigarrillo electrónico aumentaba de forma inmediata la resistencia de la vía aérea y disminuía su poder conductor del aire a través de la misma, siendo mayor su efecto en el grupo de no fumadores y fumadores sanos. Estos serían los efectos a corto plazo», advierte el doctor Solano.
Desde el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) advierten de que el vapor de los cigarrillos electrónicos «puede contener sustancias tóxicas y nocivas para la salud y no deberían utilizarse en espacios públicos cerrados». Además alertan de su falta de regulación y control de calidad, ya que la composición de tales dispositivos puede variar mucho incluso dentro de una misma marca. «Algunos contienen dosis detectables de otros tóxicos (nitrosaminas, metales pesados, etc…) que no aparecen en el etiquetado, como demostró la Agencia de Medicamentos y Alimentos (FDA) de EE.UU.», señala el CNPT en un informe.
El CNTP cree «necesario y urgente» aplicar a estos dispositivos idénticas regulaciones a las de los productos del tabaco: «adecuar su fiscalidad, prohibir cualquier forma de publicidad o promoción y la venta a menores y prohibir el consumo en los espacios públicos, en las mismas condiciones que recoge la legislación vigente (ley 42/2010)».
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